En lo que creo
Mi principios y postulados políticos
11/18/20256 min temps de lecture
En lo que creo
Creo que la libertad individual y la responsabilidad personal son el punto de partida de cualquier proyecto de país serio. Un ciudadano que puede trabajar, emprender, ahorrar y cuidar de su familia sin obstáculos arbitrarios del gobierno construye futuro para sí mismo y, al mismo tiempo, fortalece a la nación.
La familia es, para mí, la primera comunidad y la primera escuela de valores. En ese espacio se forman el carácter, la fe, la ética del trabajo y la manera de relacionarse con los demás. Los padres deben tener un papel central en la educación moral y espiritual de sus hijos, y las instituciones públicas tienen el deber de acompañar y respetar ese rol, no de sustituirlo.
Defiendo la economía de mercado y la propiedad privada porque he visto cómo abren caminos de movilidad social. Cuando el esfuerzo y el mérito encuentran reglas claras, florecen los negocios, aparecen empleos y las personas pueden planear su vida con dignidad. A partir de esa experiencia profesional y personal, sostengo que el emprendimiento necesita un entorno jurídico estable, impuestos razonables y un trato respetuoso al empresario, grande o pequeño.
Concibo el Estado como una estructura que debe ser firme en lo esencial y moderada en sus pretensiones. Necesitamos instituciones capaces de garantizar seguridad, justicia y transparencia, pero contenidas frente a la tentación de decidir cada aspecto de la vida de las personas. Un Estado que se concentra en proteger derechos y hacer cumplir la ley ya ofrece un marco muy poderoso para que la sociedad civil y la iniciativa privada desplieguen todo su potencial.
La seguridad ocupa un lugar central en mi visión. La infancia en La Primavera, Vichada, en medio de tomas guerrilleras y presencia de las FARC, me dejó claro que donde impera la violencia se rompe cualquier proyecto de vida. Un país que renuncia al orden termina entregando sus territorios a estructuras armadas y criminales, y los ciudadanos terminan atrapados entre el miedo y la huida.
Mi mirada sobre Colombia incluye tanto la realidad de los territorios olvidados como la experiencia de la diáspora. El abandono que conocí en el llano, en la sabana y en distintas regiones del país tiene un vínculo directo con el éxodo de millones de colombianos que han tenido que instalar su vida en el exterior. Veo a la Colombia migrante como parte integral de la nación, con memoria, identidad y derechos políticos, y no como una simple fuente de remesas.
Mi fe cristiana sostiene todo este conjunto de convicciones. La confianza en Jesucristo orienta la manera en que entiendo la dignidad humana, el trabajo, la autoridad y el uso del poder. Desde ahí nace mi compromiso con la defensa de la vida, la verdad, la libertad y la justicia, y también el interés genuino por el bienestar concreto de las personas que acompaño.
La experiencia en Venezuela reforzó mi rechazo al comunismo y al socialismo del siglo veintiuno. Observar de cerca el deterioro institucional, el colapso económico, la pérdida de libertades y la fragmentación de las familias confirmó lo que luego he visto repetirse en otros contextos latinoamericanos y en las historias de los migrantes que asesoramos. Esa vivencia se convirtió en un punto de referencia para mi trabajo político y social.
Cómo me defino políticamente
Me ubico en la derecha democrática, con una visión conservadora en valores, una defensa clara de la economía de mercado y una identidad cristiana que asumo de forma abierta. Mantengo una postura anticomunista y antisocialista basada en la experiencia personal y en la evidencia histórica de lo que han producido esos modelos en América Latina.
Defiendo la familia, la vida, la propiedad privada, el emprendimiento, el Estado limitado, la seguridad y la libertad de expresión como pilares para una Colombia que no expulse a sus ciudadanos, sino que les ofrezca razones para quedarse y construir futuro. Mi causa principal es la Colombia migrante y la Colombia olvidada, dos rostros del mismo problema de fondo: el abandono. Mi trabajo político y social apunta a enfrentar ese abandono con organización, representación y verdad.
Mis Principios
Libertad y responsabilidad personal
Creo que la libertad individual es el punto de partida de toda sociedad sana. Cada persona debe poder trabajar, emprender, ahorrar, educar a sus hijos y expresar sus ideas sin que el gobierno invada su vida cotidiana. Esa libertad va de la mano con la responsabilidad personal: no hay verdadera libertad sin asumir consecuencias y deberes.
La familia como primera institución
La familia es la primera comunidad y la primera escuela de valores. Allí se forman el carácter, la ética del trabajo, la fe y la manera de ver el mundo. Los padres tienen un derecho y un deber irrenunciable sobre la educación moral y espiritual de sus hijos. Por eso rechazo proyectos que pretendan imponer ideologías de género o agendas culturales desde el Estado o desde organismos internacionales por encima de la voluntad de las familias.
Economía de mercado, empresa y propiedad privada
Defiendo una economía de mercado con reglas claras, seguridad jurídica e impuestos razonables. El emprendimiento, la libre empresa y la propiedad privada son herramientas concretas para que las personas salgan adelante, creen empleo y construyan patrimonio. Cuando el Estado castiga al que produce o asfixia al empresario con regulaciones y trabas interminables, los más afectados terminan siendo los más pobres.
Un Estado limitado, serio y confiable
Concibo el Estado como un árbitro que protege derechos, garantiza seguridad y hace cumplir la ley, no como un dueño de la vida de las personas. Debe ser firme contra la corrupción, el crimen y los privilegios, pero moderado en sus ambiciones. Un Estado que se concentra en justicia, seguridad y transparencia ya ofrece un entorno poderoso para que la sociedad civil y la iniciativa privada desplieguen todo su potencial.
Seguridad como condición de la libertad
Mi infancia en La Primavera, Vichada, marcada por tomas guerrilleras y presencia de las FARC, me enseñó que sin seguridad no hay proyecto de vida. Un país que tolera territorios controlados por grupos armados renuncia a la libertad de sus ciudadanos. Por eso respaldo políticas que fortalezcan el orden, el respeto a la autoridad legítima y la protección de la gente frente al terrorismo y al crimen organizado.
Raíces cristianas y dignidad humana
Creo que los valores cristianos han sido fundamentales para defender la dignidad de la persona, la libertad de conciencia y la importancia de la familia. Mi fe en Jesucristo no es un detalle privado, es la base de mi manera de entender el poder, el servicio, el dinero y la política. Desde ahí nace mi compromiso con la vida, la verdad, la honestidad y el cuidado de los más vulnerables.
Defensa de la vida desde la concepción
Creo que la vida humana merece protección desde la concepción hasta la muerte natural. Esta convicción viene de mi fe y también de la experiencia concreta con familias que luchan por salir adelante en medio de contextos difíciles. Entiendo la complejidad de muchos casos, pero mi posición de fondo es clara: la vida es un valor que debe ser defendido con coherencia.
Libertad de expresión frente a la cultura de la cancelación
Defiendo la libertad de expresión y el debate abierto. Me preocupa la censura disfrazada de corrección política, la cultura de la cancelación y el uso de etiquetas como odio o desinformación para silenciar voces conservadoras, cristianas o simplemente disidentes. Una sociedad que no tolera el desacuerdo termina siendo una sociedad controlada por el miedo.
Rechazo al comunismo, al socialismo del siglo veintiuno y a sus derivados culturales
Mi experiencia en Venezuela, sumada a lo que he visto en otros países de la región, confirmó que el comunismo y el socialismo del siglo veintiuno destruyen economía, instituciones y tejido social. También generan algo que conozco muy bien: el éxodo masivo. Millones de personas obligadas a salir de su país no son un accidente, son la consecuencia directa de esas políticas. Extiendo esta crítica a sus versiones culturales que buscan reescribir la historia, dividir a la sociedad en bandos de oprimidos y opresores y debilitar los pilares de la civilización occidental.
Pertenencia a la tradición occidental de libertad y Estado de derecho
Valoro la tradición occidental que ha defendido el Estado de derecho, la libertad religiosa, la economía abierta y la democracia representativa. Creo que Colombia debe fortalecer su pertenencia a este marco y alejarse de proyectos autoritarios de inspiración socialista que se presentan como redentores pero terminan quebrando países y fragmentando familias.
Fe y participación pública de los cristianos
Considero que los cristianos no están llamados a retirarse de la vida pública. La fe debe inspirar participación, defensa de la verdad y servicio al prójimo también en la política, sin convertir el evangelio en una herramienta de fanatismo ni de culto a caudillos. Creo en cristianos que influyen con ejemplo, argumentos y coherencia, no con imposición.
Migración ordenada y defensa de la Colombia migrante
Defiendo una migración ordenada, legal y basada en responsabilidad, tanto en Colombia como en los países de destino. Al mismo tiempo, acompaño y defiendo la dignidad de quienes ya han tenido que migrar por culpa de regímenes socialistas, de la violencia o del abandono estatal. Veo a la Colombia migrante como un sujeto político que debe ser escuchado, representado y respetado. Mi compromiso es trabajar para que un día nadie tenga que irse obligado de su país para poder vivir en libertad y sacar adelante a su familia..
